sábado, 19 de abril de 2008

028 - Comentario a : "Eso no es problema" y "Un mensaje a García"

Comentario recibido de Tomás Morales, en réplica a los articulos que dias pasados colgué en este Blog., titulados "eso no es problema" y "un mensaje a García", dentro del apartado 025-"DOS ARTICULOS CON FUNDAMENTOS" y que publico a continuación, como siempre nos invita a la reflexión, os recomiendo leais antes los textos mencionados anteriormente si no lo habeis hecho, para después leer este.


“ESO NO ES PROBLEMA”. “UN MENSAJE A GARCÍA”.

Tomás Morales Cañedo

¿Qué problema?. Ya lo he solucionado.
¿Que dónde está García?. Eso no es problema. Eso lo soluciono yo.

Eres el trabajador ideal. El deseado, el buscado, el que no va a ser despedido, el que no va a andar errante (o sea en el paro) buscando trabajo. Porque reúnes las dos grandes virtudes del trabajador: trabajar mucho y bien y de muchas maneras y obedecer al jefe sea lo que sea lo que el jefe mande.

Cuando yo era un pequeñajo el cura del pueblo nos daba un pequeño librito titulado “el buen cristiano”, que era el que se comportaba tal como quería la Iglesia, el Papa, el cura, y el que “siempre” obedecía a la autoridad, fuera el padre, el alcalde, el maestro, el médico…. las autoridades. El primer y gran pecado fue el de la desobediencia (luego vendría el del sexo).
Igualmente en el fábrica está el “catecismo del buen trabajador” que es el que todo lo arregla (“no hay problema”) y el que obedece al jefe, aunque éste le mande que le lleve “un mensaje a García”.

El cura te promete la vida eterna, cuando te mueras.
El jefe te promete el diploma de “buen trabajador” y te pondrá como ejemplo a todos los que vengan detrás, serás el modelo a imitar, te promete vida, después de tu muerte, estando en la mente de los trabajadores que te sustituirán.

Cada uno de los DOS artículos incide/recalca una de las “virtudes del buen trabajador”.

Uno de los modos de educar es la “educación por modelos, por imitación”. Esto se hace en la escuela y en la vida. Se le proponen al niño/al trabajador modelos ideales a los que imitar. Tú no tienes que hacer nada más que lo que el modelo hace y te convertirás, tú también, en modelo.

En mis tiempos de niño había varios modelos. El Cid Campeador, luchando contra los moros, (aún recuerdo aquel librito “Escudo imperial”), Los Reyes Católicos, que unificaron España, cristianizándola y conquistando el “Reino moro de Granada” expulsando a “moros y judíos”, adoradores de falsos dioses. José Antonio Primo de Rivera, muerto en la cárcel, por los ateos comunistas, por querer salvar a España de las garras de “el comunismo y del liberalismo” y, naturalmente, Francisco Franco, vencedor en la Cruzada, contra la conspiración judeomasónica, el comunismo y la nefasta democracia republicana, salvando, así, al pueblo español.

El cura nos daba las vidas de los santos, a imitar. Yo recuerdo, ahora mismo, a tres: a Santo Domingo Sabio, al Santo Cura de Ars y a Fray Escoba.

El jefe de la empresa también propone modelos laborales a imitar por sus trabajadores. El trabajador ideal a imitar es el que no sólo no le crea ningún problema al jefe, sino el que le soluciona los problemas que puedan surgirle a la empresa.

Como casi siempre se recurre al modelo maniqueo: hombre bueno vs hombre malo. En este caso “obrero bueno vs obrero malo”. Naturalmente, en el trabajo, como en la vida, como en las películas, todos nos identificamos con “el bueno”.

El obrero bueno realiza bien no sólo su trabajo, su actividad, en el departamento de ventas, currando las X horas diarias, sino que también se lleva a casa los problemas para poder seguir trabajando en ella(en la casa) en ellos (los problemas) trabajando de otra manera (con la imaginación).

Una de las partes fundamentales, no sólo de la ciencia, sino también, y sobre todo, de la inteligencia es la imaginación, que es la que te permite ensayar hipótesis “imaginarias” hasta dar con la adecuada como solución al problema.

Eso sí, el empresario sólo te pagará la actividad de la fábrica, no el “trabajo imaginativo” de la casa.
Habrá que pasar, luego, “del pensamiento a la acción” pero yo no te abono el pensamiento, aunque a mí me interesa que “pienses”.
Y si estás enfermo, sigue “pensando, imaginando, trabajando” para mí desde la cama, solucionando “imaginativamente” los problemas que surgen o puedan surgir en mi fábrica.

El trabajador podría decirle “póngame en el departamento de investigación” en vez de en el “departamento de ventas”. Y el jefe le diría que siga “vendiendo” y siga “pensando, imaginando” porque éste es un trabajo hecho y no remunerado. Marx lo llamaría explotación laboral. El jefe lo llamará “excelencia en el trabajo”.

“Exprimido” pero “modelo a imitar”. El hombre, únicamente, como “animal laboral productivo”.

El Mensaje a García recalca el otro aspecto, la otra virtud(¿) del trabajador ideal, la obediencia al jefe.
¿Recuerdan?. Artº. 1º: “El Jefe tiene razón”. Artº, 2º: “El Jefe siempre tiene razón”; y Artº. 3º: “Si, (alguna vez), el Jefe se equivoca, se aplican los artículos 1º y 2º.

Héroe, pues, es el que cumple la voluntad del jefe, sea la que sea, aunque sea la de “llevar un mensaje a García” Pero “García” no existe, “García” es “cualquier persona” y el mensaje es “cualquier cosa”. Lo importante, lo fundamental, no es ni el destinatario, ni el mensaje, sino TU obediencia. No hay mensaje, no hay destinatario. O, mejor, tú eres el destinatario de un mensaje llamado “obediencia”

Sería absurdo que García existiera y no te dijera la dirección. “Págueme Ud., jefe, por adelantado, las dietas, los desplazamientos, la manutención, los gastos anejos…. y yo buscaré a García que ni sé dónde está ni el tiempo que tardaré.

Es la obediencia total y absoluta la conducta ideal del trabajador.

Tú TRABAJAS (mucho, bien, para mí, siempre, en cualquier lugar), tú OBEDECES (siempre y en todo) y serás el seleccionado, el deseado, el buscado, el ideal, el modelo.

La disyuntiva es clara: o haces esto y así o serás un errante (un parado). O sea “conmigo, aunque yo te mate” porque “sin mí te vas a morir”. O sea, a fin de cuentas, se está hablando de tu muerte.

¡DIOS¡ ¡Qué forma tan sibilina de ocupar la conciencia¡.
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Por Tomás Morales Cañedo

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