sábado, 25 de diciembre de 2010

LOS REYES MAGOS SON VERDAD!!!

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papa?
- Sí, hija, cuéntame
- Oye, quiero... que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido
- Es que... -titubeó Blanca
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca .
- Entonces no lo entiendo. papá.

- Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

- Cuando el Niño Jesus nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:
¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.
Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero. no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá.. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Feliz Navidad

viernes, 24 de diciembre de 2010

SERVICIO COMUNITARIO - EL PELUQUERO

Un día, un florista fue al peluquero a cortarse el pelo. Luego del corte pidió la cuenta y el peluquero le contestó:
- No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario.
El florista quedó agradecido y se marchó. Cuando el peluquero fue a abrir el negocio, a la mañana siguiente, había una nota de agradecimiento y una docena de rosas en la puerta.
Luego entró un panadero para cortarse el pelo, y cuando fue a pagar, el peluquero respondió:
- No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario.
El panadero se puso contento y se fue. A la mañana siguiente cuando el peluquero volvió, había una nota de agradecimiento y una docena de donuts esperándolo en la puerta.
Más tarde, un profesor fue a cortarse el pelo y en el momento de pagar, el hombre otra vez respondió:
- No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario.
El profesor con mucha alegría se fue. A la mañana siguiente, cuando el peluquero abrió, había una nota de agradecimiento y una docena de diferentes libros, tales como ' Cómo mejorar sus negocios' y 'Cómo lograr el éxito'.
Entonces un diputado fue a cortarse el pelo y cuando fue a pagar y el peluquero nuevamente dijo:
- No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario.
El diputado contento se alejó. Al día siguiente cuando el peluquero fue a abrir el local, había una docena de diputados haciendo cola para cortarse gratis.

Esto, querido amigo, muestra la diferencia fundamental que existe actualmente entre los ciudadanos comunes y los miembros del Honorable Congreso de la Nación.
Por favor, en las próximas elecciones, vota con cuidado...

Atentamente,

EL PELUQUERO



lunes, 29 de noviembre de 2010

MONTAR EL PORTAL DE BELEN CON ARREGLO A ESTOS TIEMPOS


¡¡¡ERE en el PORTAL DE BELEN!!!

Mañana quiero empezar a poner el belén (o los belenes) en mi casa y, como estoy en crisis, las decisiones que voy a tomar son las siguientes:

Pastores. Para nadie es un secreto que en todos los belenes hay más pastores que ovejas. Parece absurdo, pero siempre ha sido así. Por supuesto, me veo obligado a deshacerme de todos, menos uno. Instalaremos pastores eléctricos (cercas electrificadas) con el fin de controlar a las ovejas y, una vez instalado, se plantea la posibilidad de sustituir, en breve, al pastor por un perro con experiencia.

Personajes gremiales. Es sorprendente la cantidad de artesanos que puede haber en un belén: el herrero, el panadero, el de la leña, el carpintero (haciendo una desleal competencia a San José, que se ha cogido baja paternal), el tendero,... y sin embargo es, también, sorprendente ver los pocos clientes que hay. La decisión que hemos tomado es despedir a todos los artesanos. Es duro, pero no ha quedado otro remedio. En su lugar hemos contratado a un chino, que en un pequeño comercio fabricará y venderá todos los objetos que vendían los artesanos. (Si el chino decide subcontratar 15 menores para sacar el trabajo es un tema en el que no nos debemos meter).

Posadero. El chino se hará cargo también de la posada. Además, últimamente habían llegado quejas de atención al cliente por parte de José y María. La posada podría funcionar con el sistema de cama caliente.

Lavanderas. Que manía tienen en los belenes con lavar la ropa, con lo fría que debe estar el agua, con tanta nieve!!! Se suprimen los trabajos de lavanderas, que además eran ocupados siempre por mujeres. Cada uno se lavará su ropa en los ratos libres, potenciando así la equiparación de sexos en cuestión de tareas domésticas.

Ángel anunciador. Suprimidos casi todos los pastores, no tiene sentido la figura de un ángel anunciador. Se sustituye por un anuncio luminoso, en donde además podremos anunciar las ofertas del chino.

Castillo de Herodes. A Herodes le mantengo en su puesto. No es que haga mucho, pero manda, y no es cuestión de ponerse a despedir directivos. Soldados, me quedo con dos por razones de seguridad (que bastante calentita está la zona) pero los externalizo. Los contrataré por medio de Prosegur Castillos, para que me presten servicio como guardas de seguridad. Ahorro en costes fijos y gano en flexibilidad.

Paseantes varios. Es sorprendente ver la cantidad de personajes que abundan en un belén sin hacer nada, absolutamente nada. Todos despedidos. Esto lo teníamos que haber hecho hace tiempo.

Paseantes con obsequios. He observado que otro grupo de paseantes, algo menos ociosos, pero no mucho más productivos, se dirige hacia el portal con la más variada cantidad de objetos. Uno con una gallina, otro con una oveja, otro con una cesta, otro con un atillo (¿qué llevará el misterioso personaje del atillo?).

Puesto que todos tienen el mismo destino, organizaremos un servicio de logística, para rentabilizar el proceso. Despediremos a todos los paseantes, uno de ellos se quedará con nosotros por medio de ETT, y con ayuda de un animal de carga recogerá las viandas cada tres días y las acercará al portal.

Reyes Magos. Por supuesto con un solo rey es más que suficiente, para llevar el oro, el incienso y la mirra. Eliminamos dos reyes, dos camellos y los pajes. Posiblemente nos quedemos con el rey negro para no ser acusados de racistas, además es posible que quiera trabajar sin que le demos de alta. Tengo que estudiar, también, la posibilidad de dejar tan solo el incienso y vender el oro y la mirra a otra compañía, ya que debemos de reducir al máximo la inversión en regalos de empresa.
Mula y Buey. La única función de estos animales es dar calor. Esta función será desempeñada por una hoguera, que gasta menos combustible. Realizaremos un assessment center con los dos animales, y el que lo supere trabajará como animal de carga en el servicio de logística antes citado.

San José y la Virgen María. Está más que demostrado que el trabajo que hacen ambos en el portal puede ser desempeñado por una sola persona y evitamos dos bajas de maternidad/paternidad. Por razones de paridad nos quedamos con la Virgen María y, lamentablemente, tenemos que despedir a San José (con lo que había tragado el hombre en esta empresa).

El niño Jesús. A pesar de su juventud tiene mucho potencial, y además parece ser que su padre es un pez gordo. Le mantenemos como becario con un sueldo de mierda, hasta que demuestre su valía.

El Belén queda pues de la siguiente forma: Un pastor, con ovejas en un cercado, un chino con un comercio/posada de 24 horas, Herodes y dos guardas subcontratados, un paseante,por ETT, con la mula (o el buey) haciendo repartos, el rey negro (ilegal), la virgen y el niño.

Va a ser más soso que otros años, pero me he ahorrado un montonm de guita…!!!


lunes, 22 de noviembre de 2010

“LIBERTAD ES MI NOMBRE”

Juan, un joven de quince años, paseaba como todos los días a orillas de la mar por la suave arena de la playa, cerca de las rocas. Le gustaba sentir como las olas rompían a sus pies. A veces mariscaba sin demasiadas expectativas de obtener nada importante, solo pretendía pasar un rato. Camarones, cañaillas, bígaros y alguna almeja era todo lo que conseguía echar al pequeño cubo con el que iba a las rocas y con lo que después, en casa, su madre hacía una sopa que comían ellos dos solos pues su padre y su hermano luchaban contra los franceses y hacía tiempo que estaban fuera de casa. De pronto, Juan vio que algo, o al menos eso le pareció, se movía en la entrada de la cueva que había en las rocas, a una cierta altura. No era un lugar al que se llegara fácilmente. Él había entrado en ella varias veces pero subir hasta allí tenía bastante peligro. No era un lugar al que parejas deseosas de encontrar un lugar apartado, fueran habitualmente. De hecho, él nunca había visto a nadie allí dentro, por eso le extrañó ver aquella sombra. Para satisfacer su curiosidad, a falta de otra cosa mejor que hacer, empezó a escalar las rocas hasta que consiguió llegar a la cueva. Con precaución, sin penetrar en ella, miró hacia su interior pues siempre existía la posibilidad de que algún huido de las tropas invasoras o algún contrabandista armado se hubiese refugiado allí, pero no vio a nadie, sin embargo tenía la sensación de no estar solo. De forma sigilosa entró despacio en la cueva adaptando su vista a la oscuridad del interior. aquello era mas propio de aquellos relatos, aquellos cuentos de misterios, brujas y milagros que algunas noches, al amor de una acogedora lumbre, les contaba su abuelo a él y a su hermano cuando en Cádiz aún había tiempo para pensar en misterios, en brujas y en milagros.
De pronto, en un rincón, acertó a ver una niña, una hermosa chiquilla de apenas dieciséis años, bellísima, sencillamente vestida, con pelo corto, mejillas sonrosadas y una mirada limpia y deslumbrante. Estaba acurrucada en el fondo de la cueva y le miraba entre asustada y esperanzada, con una sonrisa en los labios.
Después del susto y de la primera impresión, Juan se atrevió a preguntarle quien era y ella con una voz vibrante y cantarina le contestó que no se asustara, que al principio siempre ocurría eso, que todos sentían miedo al verla, pero que ella era sencilla y buena. Se llamaba Libertad y según le contó al muchacho llevaba muchos años, siglos, de país en país, de Pueblo en Pueblo, acudiendo a las llamadas que le hacían. Ahora también había escuchado su nombre a gritos. Cuando la conocían, la llenaban de atenciones, de cuidados, pero siempre llegaba un momento en que parecía molestar, estorbar a aquellos que la habían llamado. Había unos personajes siniestros que siempre se encargaban de enfrentarla a sus amigos, de ponerles en su contra. Eran el Poder y el Dinero. Ellos convertían en enemigos suyos a sus amigos por eso ahora quería advertirle a Juan que si quería que ella se mantuviese para siempre con ellos, con Juan y con su pueblo, con Cádiz y con España, debería de prevenirse contra ellos. No bastaba con que la ayudasen y la acogiesen. Ella les ayudaría, les conduciría a la victoria pero debería de conseguir que todos sus amigos, todo el pueblo, se comprometiese por escrito, con sus ideales, con esos ideales que ahora les llevaban a la lucha.
Juan se llevó consigo a Libertad y empezó a convocar a sus amigos, a su padre y a su hermano y a todos sus conocidos y estos a sus amigos y así, unos a otros. Al principio le escucharon con extrañeza, incluso con desconfianza. Pero ¿qué cosas decía aquel muchacho?, ¿Se habría vuelto loco?. Del Mentidero a La Viña, del Pópulo a San Carlos, de la plaza Fragela a Santa María. Todo Cádiz tuvo ocasión de escucharle, de oírle hablar de aquella Libertad que había encontrado en la playa, de unos ideales, de unos anhelos. Hablaba a la gente con tanta convicción en lo que decía que no podían por menos que escucharle. Se empezó a correr la voz, Juan había venido a hablarles de un sueño de Libertad, a la que había encontrado en la playa, pero nadie en realidad sabía que era lo que quería de ellos, para que les llamaba hasta un día en que todo cambió cuando en la bodega del Ventorrillo del Chato, camino de La Isla, rodeado de sus amigos y de muchos hombres, mayores y jóvenes, que habían acudido allí atraídos por el entusiasmo con el que el muchacho los había convocado. En aquella bodega decían que por las noches, cuando los gaditanos no se atrevían a salir de casa, los soldados franceses acudían a beber y a escuchar las canciones de las artistas que allí solían ir a cantar sus coplas y hasta decían que muchas noches, soldados franceses y gaditanos habían coincidido y habían bebido juntos y juntos habían escuchado las canciones de aquellas hermosas mujeres y juntos habían gozado de su compañía.
Juan se presentó ante todos con la niña, Libertad, que permanecía abrazada a él. Todos quedaron boquiabiertos ante aquello que tenían ante sí. Nunca antes habían pensado en ello pero ahora que la tenían delante la emoción les hacía un nudo en la garganta y de los ojos de algunos de aquellos hombres endurecidos por la guerra y las desgracias de la opresión del invasor extranjero, se desprendían lágrimas de emoción, emoción contenida durante mucho tiempo, esperando algo que no sabían lo que era y que ahora afloraba, tomaba cuerpo y les daba seguridad de que realmente era cierto que su lucha estaba justificada, que luchaban por algo que merecía la pena luchar y morir si fuera necesario. Como en sueños habían oído a veces hablar de ella, en murmullos a escondidas habían oído su nombre y ahora estaba allí , ante ellos, ofreciéndose para conducirles a la victoria, para ponerse a la cabeza de todos ellos, para justificar sus sacrificios y sus esfuerzos. Hombres del campo, rudos, de piel curtida por el sol y los vientos de Levante y de Poniente, marineros acostumbrados a luchar cada día con la mar para arrancarle unos frutos que dieran de comer a sus hijos, comerciantes hartos de comprobar como las ganancias de muchas horas de trabajo, de esfuerzo y de ahorro se las llevaban los ejércitos invasores que necesitaban acopiar comida y bebida para las tropas y medios para mantenerlos acampados esperando órdenes sin que se sublevasen contra sus propios jefes. Todos esperaban anhelantes las palabras de aquel muchacho, de Juan. ¿Sería verdad que aun podía haber esperanza?. Era solo un chiquillo temerario y presuntuoso, es verdad, pero llevaba algo en sus palabras que inspiraba confianza, llevaba un nombre, y una niña, Libertad. Ella les dijo que aquello que ahora les movía, debería de quedar plasmado en un escrito para que cuando, pasado un tiempo, todos estuviesen convenientemente instalados en la nueva sociedad que surgiría tras la victoria, no se arrepintiesen de los compromisos adquiridos, no renunciasen a ellos en beneficio propio, no se volviesen corruptos y para ello era preciso que todos firmasen un compromiso, que la soberanía no correspondía a ningún poder extranjero sino a la propia Nación Española entendida como la reunión de todos los ciudadanos. También debería de quedar clara la separación entre quienes hicieran las leyes y quienes las ejecutaran y finalmente las aplicaran. Los ciudadanos deberían de elegir libremente a Diputados que les representasen en una Asamblea, Las Cortes. Todos tendrían derecho a escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de tener que pedir permiso para ello. Se respetarían los derechos de todas las personas y nunca se utilizaría contra ellas ni el tormento ni el apremio. No se podría privar a ningún individuo de sus derechos ni imponerle pena alguna por hacer uso de ellos, salvo que afectasen a la seguridad del Estado. No podría ser allanada nunca la casa de ningún español y ningún español podría ser juzgado por causas civiles o criminales por ninguna Comisión, sino por un Tribunal competente. Todos estaban entusiasmados con la idea de dejar tal como ella quería, escritos sus compromisos en un documento al que llamarían Constitución y así lo manifestaron y prometieron y, finalmente, se reunieron todos, con Libertad a la cabeza, en el Teatro de La Isla y después en Cádiz, en la Plaza de San Antonio y se comprometieron con sus firmas a no renunciar nunca a todo aquello por lo que estaban luchando y la pequeña Libertad fue creciendo y haciéndose grande y fuerte y al frente de todos se enfrentó a los invasores, a sus enemigos y junto con ellos, con su apoyo y su fe en ella, les hizo frente y entre todos, todos juntos, les vencieron.
Nunca supo nadie de donde había venido o quien la había dejado en aquella playa ni por qué siendo mujer y tan joven sabía tantas cosas sobre las leyes y sobre los derechos universales de los hombres, pero eso poco importaba porque ella sería siempre para todos, Libertad, su Libertad.
Juan, sentado en la arena de la playa, miraba al mar. Ya no tenía miedo ni necesidad de alistarse en el Batallón de Tiradores Voluntarios como su padre y su hermano. Ahora sabía que su pueblo era dueño de su destino. La gente volvería a cantar, a confiar en los vecinos sin pensar que cada uno de ellos podría ser un traidor, un afrancesado, que le denunciase. Su abuelo podría volver a contarles cuentos de brujas, de misterios y de milagros porque ahora todos sabían que los milagros eran posibles y los misterios solamente cosas mas difíciles de entender que las cosas sencillas, pero una vez entendidos, también sencillos como la Vida, como el Hombre, como la Naturaleza.


Por: Jesús Almendros Fernandez - Puerto de Santa María (Cádiz)


sábado, 23 de octubre de 2010

126 - PENSAMIENTOS Y REFLEXIONES

EL HOMBRE

¿QUIÉN soy yo?.

A esta pregunta podría responder diciendo, o escribiendo, mi nombre y apellidos, o mostrando mi D.N.I. o mi N.I.F, o narrando mi biografía, resumida o extensa,….
Ése SOY YO.

¿QUÉ soy yo?.

Respuesta fácil, precisa y rápida: “soy un ser humano”.

Pero alguien podría preguntar y exigir más precisión: “¿y qué es ser un ser humano?.

Respuesta fácil, precisa y rápida: “un miembro de la especie Homo Sapiens”.

Pero ese alguien podría seguir preguntando, puesto que él, tú, yo y todos los que aquí estamos somos tan diferentes pero al mismo tiempo somos igualmente miembros de la especie Homo Sapiens, “¿qué tenemos, todos nosotros, en común?”.

Respuesta fácil, precisa y rápida: “Tenemos en común “la naturaleza humana”.

Y ese alguien, más osado, puede seguir preguntando: ¿“qué es la naturaleza humana”?

Entonces no tendría más remedio que hacer lo que hace, decir lo que dice, el filósofo Jesús Mosterín: “Léase y medítese este libro que acabo de publicar y que lleva por título LA NATURALEZA HUMANA, ya en la Colección Austral, en edición de bolsillo, muy barata y muy completa.

KANT, el gran filósofo de la Ilustración, en sus Lecciones de Lógica, en 1800, dice que todo el amplio campo de la filosofía (no en el sentido académico, que sería toda la Historia de la Filosofía) sino en el sentido cósmico o mundano, se podría reducir a responder a estas cuatro preguntas:

1.- ¿Qué puedo CONOCER?.
2.- ¿Qué DEBO hacer? (o mejor, ¿Cómo DEBO OBRAR?).
3.- ¿Qué me cabe ESPERAR?.
4.- ¿Qué es el HOMBRE (el ser humano)?.

En el fondo, en definitiva, -agrega Kant- cabría atribuir todo eso a la Antropología, pues las tres primeras preguntas remiten a la 4ª.

Pero seamos sinceros, o justos, ¿Qué se podría decir de la Antropología Filosófica en el siglo XIX, dada la ausencia de datos y de conocimientos científicos sobre el hombre?.
Sin saber nada, o casi nada, sobre el cerebro, sobre los genes, sobre las neuronas, sobre ancestros prehumanos, sobre evolución, sobre paleoantropología… ¿qué podría decirse de la naturaleza humana sino mucho de mitología, de religión, de tradición, de historia…., de lo que otros han dicho sobre la naturaleza humana.
A fin de cuentas la Antropología, en sentido cósmico o mundano, queda reducida, para Kant y para cualquiera del siglo XIX y anteriores, a Antropología en sentido académico.
Pero hacer una Historia de la Antropología no es, realmente, Antropología.
Decir sobre el hombre lo que otros han dicho sobre el hombre no es, realmente, conocer al hombre, sino sólo conocer sus opiniones.
La Antropología necesita, se basa en datos y conocimientos científicos. Y hoy los tenemos, antes no. Hoy sí podemos hacer una Antropología porque hoy sí sabemos bastante (nunca todo) y podemos responder a esa 4ª pregunta.

Desde siempre se ha dicho y repetido que es esencial, para el hombre, poder responder a las tres preguntas claves, definitivas, últimas:
1.- ¿De dónde venimos?.
2.- ¿Qué somos?.
3.- ¿A dónde vamos?.

Durante casi dos mil años se ha respondido de la misma manera:
1.- Venimos de Dios.
2.- Somos imagen y semejanza de Dios.
3.- Debemos volver a Dios.

San Agustín lo resumía en: “Fecisti nos, Domine, ad Te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in TE” (Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse, definitivamente, en Ti”.

De Él venimos (Él nos ha creado, Él es nuestro origen), a Él volvemos (Él es nuestro Fin) y mientras estamos en esta vida, temporal, “valle de lágrimas”,…. esa es nuestra misión, prepararnos para la otra, eterna, definitiva,….
La vida como tránsito, no como estancia. La vida como paréntesis temporal entre dos eternidades divinas.
“Vita mutatur, non tollitur” (misas de “corpore insepulto”).

Pero esto no es Antropología Filosófica, a lo más es Antropología Religiosa o Cristiana. Pero no es una Antropología Científica.
Hoy, con los datos que tenemos, con los conocimientos científicos de que disponemos, sí estamos en condiciones de hacer una Antropología Filosófica, basada, apoyada, en bases científicas.
Por supuesto que será, como toda ciencia lo es, provisional, temporal,…
Cuando dentro de 100 años sepamos más y dispongamos de más datos podremos hacer una Antropología Filosófica más aquilatada, más completa, porque la de hoy ya se nos habrá quedado corta.

Hoy, “grosso modo”, pero ya científicamente, podríamos responder a esas tres preguntas.

1.- ¿De dónde venimos?.
Respuesta: Venimos, por evolución, de unos ancestros comunes a otros muchos animales.

2.- ¿Qué somos?.
Respuesta: Somos una república de, aproximadamente, 50 millones de millones de células (5 multiplicado por 10 elevado a 13 (pero que, a causa de mi analfabetismo tecnológico-informático, no sé ponerlo en nomenclatura matemática) cada una de las cuales viene ya dotada con una biblioteca, llamada genoma.

3.- ¿A dónde vamos?.
Respuesta: puesto que la vida, en general, y la vida animal, en particular, es un desequilibrio termodinámico, vamos hacia el equilibrio termodinámico, o sea, hacia la muerte.

(En otra reflexión ampliaré todo esto).


Por : Tomás Morales Cañedo

jueves, 14 de octubre de 2010

125 - “BREVE HISTORIA DE UN POETA” - Epifanio Mejías -

Epifanio Mejías, Colombiano, nace en Yarumal (Antioquia) 1838 y fallece en Medellín 1913.
Con treinta años en la flor de la vida, pierde la razón y su muerte le sorprende en un manicomio en el que estuvo internado 40 años. Es inmortalizado al ser elegido uno de sus poemas como letra del Himno de Antioquía, el poema lleva por nombre “el canto del antioqueño”.
Sus versos con un alto grado de sensibilidad son transparentes, llenos de realidad, aspirando llegar a todos y cargados de una aguda sencillez, no expresan tremendismo sino una suave melancolía y nostalgia, transmiten un sentimiento de paisaje armónico, a su muerte deja más de 70 composiciones entre ellas :

- La muerte del novillo
- Las hojas de mi selva
- La ceiba de jumin
- El Canto del antioqueño.

- La muerte del novillo

Ya prisionero y maniatado y triste
sobre la tierra quejumbroso brama
el más hermoso de la fértil vega
blanco novillo de tendidas astas.

.
Llega el verdugo de cuchillo armado;
el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios;
chorros de sangre la maleza esmaltan.

.
Retira el hombre el musculoso brazo;
el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruto y forcejando tiembla,
el ojo enturbia... y la existencia exhala.

.
Remolineando por el aire, vuelan
los negros guales de cabeza calva;
fijan el ojo en el extenso llano
y al matadero, desbandados, bajan.

.
Brama escarbando el arrogante toro
que oye la queja en la vecina pampa,
y densas nubes de revuelto polvo

tira en la piel de sus lustrosas ancas.
.
Poblando el valle de bramidos tristes
corre el ganado por las verdes faldas,
huele la sangre... y el olor a muerte
quejas y gritos de dolor le arranca.

.
Los brutos tienen corazón sensible,
por eso lloran la común desgracia
en ese clamoroso de prdeundis
que todos ellos a los vientos lanzan.


Autor : Epifanio Mejias
- Yaraumal (Colombia) - 1838/1913



.

lunes, 11 de octubre de 2010

124 - EL SABER OCUPA EL LUGAR DE LA IGNORANCIA

En la facultad de Medicina, el profesor se dirige a un alumno y le pregunta: "¿Cuántos riñones tenemos?"
"¡Cuatro!", responde el alumno.
"¿Cuatro?", replica el profesor, arrogante, de esos que sienten placer en pisotear los errores de los alumnos.
"Traiga un fardo de pasto, pues tenemos un asno en la sala", le ordena el profesor a su auxiliar.
"¡Y para mí un cafecito!", replicó el alumno al auxiliar del maestro.
El profesor se enojó y expulsó al alumno de la sala. El alumno era el humorista Aparício Torelly, conocido como el Barón de Itararé (1895-1971)
Al salir de la sala, todavía el alumno tuvo la audacia de corregir al furioso maestro:
"Usted me preguntó cuántos riñones 'tenemos'.
'Tenemos' cuatro: dos míos y dos suyos. Porque 'tenemos' es una expresión usada para el plural. Que tenga un buen provecho y disfrute del pasto".

La vida exige mucho más comprensión que conocimiento. A veces, las personas, por tener un poco más de conocimiento o 'creer' que lo tienen, se sienten con derecho de subestimar a los demás...


jueves, 7 de octubre de 2010

123 - CARTA ANONIMA DE UNA PROFESORA

He recibido el siguiente e-mail y no he podido resistir a publicarlo, la carta no viene firmada es anónima, pero ahí vá tal como me ha sido enviada.


Creo, sinceramente, que difundir esta carta es casi una obligación. Gracias a quien la ha escrito y a los que la hacen circular, pinchad para ver el video...

El síndrome Belén Esteban

Como profesora, las preguntas de los alumnos que más me cuesta responder convincentemente son sobre por qué hay que estudiar cosas que a ellos les parecen inútiles o absurdas, como la Historia o la Geografía. Yo tengo claro qué me aportan a mí, pero de todas las razones que hay para estudiar estas cosas, yo les hago hincapié en lo necesarias que son estas disciplinas para comprender el mundo en el que viven: las coordenadas de espacio y tiempo, que al fin y al cabo son las que tratan la Geografía y la Historia, nos ayudan a conocer el sitio que ocupamos en el mundo y a comprender de dónde vienen todas nuestras realidades. Que todo eso les puede parecer ajeno y absurdo, pero que muchas de las cosas que estudian tienen que ver con su vida real y que, quieran o no, les afectan.

Por ejemplo, ¿quieres saber por qué tienes a tu lado a un compañero que viene de Ecuador? ¿por qué habla el mismo idioma que tú? ¿quieres entender por qué un señor, por nacer con el apellido Borbón, va a ser "rey" y el Estado Español le va a dar mucha pasta (que vendrá de los impuestos que tú pagues de mayor)? ¿por qué lo que digan unos señores europeos en Bruselas va a repercutir - y mucho - en tu vida? Todo eso es geografía. Todo eso es Historia.

Algunos entienden qué quiero decir, otros no. Yo no llevo mal las preguntas, las protestas... son críos. Es normal. Donde me desarman del todo y me dejan sin respuestas es cuando me dicen que todo eso les da igual. Que para qué quieren saber dónde está Marruecos, si no van a ir nunca. Para qué conocer el tipo de elecciones que hay en España, si ellos no tienen la intención de votar jamás. Que les resbala que haya una guerra en Irak, que media África se esté muriendo de hambre o que la Unión Europea diga "bla". Si ni siquiera les interesa eso, imaginaos lo complicado que me resulta hacer que se interesen por lo que hacían señores de hace cinco siglos, por muy apasionante que yo intente pintarlo.

Y, lo que llevo peor con diferencia, es esa actitud de orgullo con el que exhiben su ignorancia y su cortedad de miras. Esa actitud de "no sirve para nada, no me interesa. Eso que cuentas y a lo que dedicas tu vida es una mierda. Yo quiero jugar a la Play/ irme de compras al Centro Comercial y ya". La tienen conmigo, que enseño Historia, pero también con los profes de lengua, de biología, de matemáticas. El desprecio por los libros, por el Arte, por la Cultura, por las Ciencias... no es algo tan raro, y puede conmigo.

Últimamente esa actitud está más de moda que nunca. Tenemos una perfecta encarnación en la dichosa Belén Esteban, que no sabe nada, no quiere saber nada y se jacta de ello. La mala educación, la zafiedad y la ignorancia puestos en un pedestal día tras día. Todo el mundo la aplaude porque ella es "auténtica" (signifique lo que signifique eso). Conozco a mucha gente a la que le gusta ver a la Esteban y es curioso, porque hay toda clase de personas entre su público. Entre ellos, los que más me llaman la atención son dos tipos: la gente que tiene (o cree que tiene) más educación que ella y la ve como un divertimento, incluso algunos como un consuelo (yo soy mejor que ella), o los que son como ella, que han visto como la ignorancia y la mala educación también te pueden hacer triunfar en la vida y que hay que sentirse orgulloso de ello. Eso me da miedo: que se extienda y que sirva de ejemplo a más bobos, que opinen que el no saber nada es estupendo. Que el presumir de ser zafio e inculto se convierta en políticamente correcto y sea bien visto.

"Eh, que yo no quiero ayuda de nadie, que no necesito ayuda, leche" dice la Esteban en un momento de estos cuatro minutos de despropósitos. "Como yo no he pillado esa revolución -la industrial- tres narices me importa"- un argumento que podría haber empleado uno de mis peores alumnos.
En fin... lo grande es que estoy convencida de que la mayor parte del público (y muchos de los de las mesas) no tenían ni idea de que la chica estaba metiendo la zarpa hasta el fondo y más allá y reían y aplaudían porque lo decía el regidor.

Entendedme: yo no critico a la gente que no sabe. Yo no sé mucho de tantísimas cosas... tampoco creo que tenga que ser motivo de vergüenza el no haber estudiado, el no hablar correctamente o el tener lagunas de conocimiento. Lo que me revienta es la actitud contraria, la exhibición con orgullo de la ignorancia y el menosprecio a cualquier cosa que huela a sapiencia. Me duele el desprecio a la educación, en todos sus sentidos. Me duele... y me da una pena que me muero.

miércoles, 21 de julio de 2010

122 - SIEMPRE, POR SIEMPRE, PARA SIEMPRE....HOY

Ganador del "V Concurso de relatos Francisco María Arroyo Benitez" , del departamento de Educación permanente de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.



Es agradable sentir el calor del Sol en el rostro. Se está bien aquí, sentado en esta butaca en este parque tan hermoso. Escuchar el canto de los pájaros y esa música tan bonita que nos ponen. Les he preguntado de quien es y me han dicho que de Mozart. La verdad es que todo el mundo es muy amable. Me han dicho que tenemos que esforzarnos por recordar todas las cosas que hacemos, las cosas que nos suceden, las personas que vemos, lo que nos dicen, lo que comemos, lo que vemos, o sea, todo. Nos han dicho que una forma de recordar mejor es escribir. No se. Yo prefiero pensar en ello. Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Que tontería!. Yo no tengo ningún nieto, pero es lo mismo. Yo le he seguido la corriente. Es agradable hablar con alguien joven. Aquí lo que mas hay, son viejos. Los viejos no me gustan, me entristecen.

Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Qué tontería!, Yo no tengo nietos, pero no importa. Me gusta hablar con los jóvenes. Mucho mas que con los viejos. Ha pedido permiso para acompañarme toda la tarde. Estuvimos merendando en la cafetería y después, en el salón, nos sentamos a ver una película que ponían en la tele. Yo no la había visto y me gustó mucho. Creo que se titulaba “Con la muerte en los talones”. Era muy interesante. La cara del protagonista me resultaba familiar, pero no le conocía.

Hoy ha llovido. Me he pasado el día en el salón, como los demás, delante de la tele. Algunos prefieren recortar papeles o copias en un cuaderno unas frases que les ponen los cuidadores, pero yo prefiero ver alguna película. Hoy nos han puesto una muy bonita, “Con la muerte en los talones”, de intriga, muy emocionante. El actor principal me resultaba familiar. Creo que le he visto en alguna otra película.

Cuando llueve no salimos. Nos pasamos el día en el salón. Algunos juegan a las cartas o al dominó, pero yo prefiero ver la tele. Despues cenamos y nos vamos a la cama temprano.

Ha venido a verme un muchacho muy joven. ¡Qué gracia!. Me ha dicho que era mi nieto. Yo no he querido llevarle la contraria. ¡Qué mas da!. Me gustaría tener algún nieto pero no he tenido esa suerte.

Me ha llamado el Director y me ha dicho que mi familia vendría a buscarme para pasar el día con ellos. La verdad es que no tengo ni idea de a quien se habrá querido referir. Yo no tengo familia. Son cosas que se inventan para hacernos mas llevadera nuestra estancia aquí. Yo aquí no me encuentro a disgusto. No es que sea divertido precisamente, pero es tranquilo.

Estaba paseando por el jardín cuando ha venido un cuidador a llamarme. Por lo visto ya había llegado mi familia. ¡No tengo pensado llevarles la contraria!. ¿Qué ha llegado mi familia?. ¡Pues vamos a verlos!. Un matrimonio de mediana edad me esperaba en el despacho del Director. Eran agradables, incluso cariñosos. Me saludaron muy efusivamente, como si me conocieran de toda la vida. Me fui con ellos en un coche precioso. La señora me cogía por el brazo y me lo apretaba con afecto mientras me sonreía.
Me llevaron a un piso muy bonito y me presentaron a otras personas. Todos actuaban como si me conociera. Había un muchacho muy joven, casi un niño, muy agradable, con una sonrisa preciosa. Los jóvenes me gustan mucho mas que los viejos. Los viejos me ponen triste. Me dijeron que aquel muchacho era mi nieto. ¡Qué tontería! Yo no tenía nietos, pero era igual, no pensaba llevarles la contraria. Tengo que reconocer que pasamos un día muy agradable. Comimos todos juntos. La comida era estupenda. Después de comer nos sentamos todos en el salón. El muchacho joven, mi nieto ¡Je, Je, Je!, se sentó en un rincón frente a mi y empezó a contarme sus planes. Por lo visto tenía una medio novia. Me dijo que estaba estudiando pero que lo que a él verdaderamente le gustaba era pintar, pero con su padre no podía hablar de ese tema. Al parecer su padre se había empeñado en que el muchacho estudiase Leyes y fuera abogado como él. Pasamos un rato muy agradable. Él me comentaba lo difícil que era acertar a la hora de elegir profesión, que los trabajos estaban muy mal, que los títulos universitarios ya no eran garantía de nada, que cualquier “listillo” sin preparación alguna, podía conseguir una situación mejor que la mayoría de los universitarios, sobre todo si tenía pocos escrúpulos y en su escala de valores ocupaban los primeros lugares el bienestar económico y la aceptación social. Sabía lo que decía, aquel muchacho. Me gustaba, incluso no me hubiese importado que fuese de verdad mi nieto.

Al atardecer volvieron a llevarme al Centro. Fue un día distinto. Lo pasé bien y aquella gente me había tratado con mucho respeto y, diría yo, hasta con cariño. Si el muchacho era mi nieto y ellos eran sus padres, se supone que eran mis hijos. Él o ella, no se.

Todavía pasé un buen rato en el salón del Centro antes de irme a la cama. No cené nada, no tenía apetito. Había comido muy bien en aquella casa. Ahora lo único que me apetecía era un vaso de leche caliente.

Es agradable sentir el calor del sol en el rostro. Sentado en una butaca en el jardín del Centro se está muy a gusto oyendo los pájaros y una música deliciosa que, a través de altavoces estratégicamente situados llega todos los rincones del jardín. De Mozart me han dicho que es.

Ha venido a verme ese muchacho que dice ser mi nieto. Me gusta. Ha venido con una chica muy guapa y muy joven. Su novia, me ha dicho. Venían cargados de bultos. Yo no sabía que era lo que traían allí hasta que empezaron a montar todo aquello: Un caballete, un lienzo, una caja de pinturas…..El muchacho pensaba hacerme un retrato. Me sentaron en un lugar convenientemente iluminado donde la luz no era demasiado fuerte, pero la sombra no oscurecía mis facciones. La chica se sentó junto a mi y el muchacho empezó a pintar. Mis compañeros pasaban cerca de nosotros y miraban con disimulo. La chica me dijo que él era muy bueno pintando, pero que el padre no quería que siguiera por ese camino. A ella no le importaba que se dedicase a la pintura. Él parecía feliz y eso era lo mas importante. La chica, por lo visto, vivía con su madre, separada. El padre se había ido a vivir con su antigua secretaria, bastante mas joven que él y las había dejado a ellas, solas. La madre trabajaba y aunque el sueldo no era muy grande, juntándolo a la pensión que el padre les pasaba, les daba a las dos para vivir con un cierto desahogo.

La tarde se pasó volando. Los jóvenes prometieron volver otro día para continuar el retrato, entretanto, en casa, él iría completando partes en las que no era imprescindible mi presencia. Por la noche, en el salón, todos me preguntaba por aquella pareja joven que había pasado la tarde conmigo. Es mi nieto, les dije. Mi nieto y su novia. Creo que aquel día fui la envidia de todos.

Por las mañanas me encanta sentarme en una butaca en el jardín y sentir en el rostro el calor del sol mientras escucho a los pájaros y la música que se escucha, suave por todas partes. Es de Mozart, me dijeron. A veces leo. También me gusta pasear y sobre todo ir al cine o, bueno, ver una película en la televisión o en el DVD. Hoy he visto una que me ha gustado mucho. Yo no la había visto. Creo que se titulaba “Con la muerte en los talones”. Era muy interesante. La cara del protagonista me resultaba familiar pero no le conocía.

Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Que tontería!. Yo no tengo ningún nieto, pero es lo mismo. Yo le he seguido la corriente. Es agradable hablar con alguien joven. Aquí lo que mas hay son viejos. Los viejos no me gustan, me entristecen. Ha venido con una chica muy guapa, mas joven todavía que él y me dijo que era su novia. Traían trastos de pintura, un caballete, un lienzo, una caja de pinturas. Me dijeron que me sentase en el jardín que me querían hacer un retrato. La verdad es que en el lienzo ya había medio pintado un hombre que se parecía bastante a mi. Bueno, en algo hay que pasar el tiempo y estar con gente joven es agradable, así que si quieren hacerme un retrato, que me lo hagan.

Hemos pasado la tarde juntos hablando de mil cosas diferentes. Por lo visto lo que a él le gusta es pintar, pero sus padres prefieren que estudie derecho y ejerza la abogacía como su padre. ¡Como son los padres! Dicen querer lo mejor para sus hijos y en realidad lo que les obligan a hacer es aquello que ellos prefieren, no lo que quieren los hijos con lo cual, la mayoría de los hijos se ven obligados a trabajar toda su vida en algo que no les gusta y por tanto a no disfrutar de su trabajo. Yo le he dicho que se niegue a seguir los consejos de su padre, que si lo que a él le gusta es la pintura, que pinte. La chica me ha dado la razón. Ella también prefiere verle feliz pintando y no aburrido y con la cara larga estudiando algo que no le gusta.

Hoy han venido a verme un hombre y una mujer muy símpáticos. Son una pareja de mediana edad. Han estado conmigo un buen rato. El hombre es abogado. Según me dijo, las cosas les habían ido bastante bien. Tenían una situación desahogada, no tenían deudas, su hijo era un buen muchacho que estudiaba y tenía novia. No les había dado nunca un disgusto. Según me dijo, su única pena era no haber conseguido hacer aquello que mas le gustaba en el mundo: cantar y tocar la guitarra. Por lo visto en su juventud había hecho sus pinitos como cantautor, pero su padre no le había dejado seguir aquella vocación y le había obligado a estudiar leyes, ha hacerse abogado, a elegir un tipo de vida muy distinto al que él hubiera deseado. Y el caso es que al decir esto me miraba a mí como con un cierto resquemor, como si yo hubiera tenido algo que ver con aquello. Después me sonrió y me dijo: No importa, papá. Yo se que lo hiciste pensando que eso era lo mejor para mi. Y después de todo, en cierta forma, tenías razón. No me puedo quejar de cómo me han ido las cosas. ¡Qué manía tenía aquella gente!. Uno nieto, otro hijo. No se quien faltaría por aparecer. No creo que se presente nadie diciendo que es mi mujer.

¡Qué agradable es sentarse en el jardín y sentir el calor del sol en el rostro!. Me encanta estar así, quieto, sentado en mi butaca oyendo cantar a los pájaros y esa música suave, deliciosa, que se extiende por todo el jardín. Me han dicho que es de Mozart.

Autor : Jesús Almendros - Puerto de Santa María ( Cádiz )

domingo, 18 de julio de 2010

121 - COMO LA TRUCHA AL TRUCHO

Relato Ganador del Consurso " Abuelos-as y Nietos-as ", de la Diputación de Cádiz.


COMO LA TRUCHA AL TRUCHO

No se por qué razón se me quedó grabada aquella escena que no tenía nada de extraordinario. Era un día cualquiera, como tantos otros y yo había salido con mi hija Consuelo, de ocho años, a dar un paseo por el campo. Acostumbraba a ir con ella a recorrer caminos lejos de la ciudad, en las estribaciones de la Sierra, cerca de El Bosque, y adentrarme por una espesa arboleda perdida entre montañas.. Le enseñaba los árboles, los arbustos, los matorrales, las viñas salvajes, y le decía qué tipo de hojas tenían, cuando cambiaban de color y cuando se caían y dejaban las ramas desnudas. Ella escuchaba con atención y me hacía preguntas y así, cogidos de la mano, recorríamos senderos, caminos y vericuetos entre encinas, alcornoques, lentiscos, sanguinos, palmitos., brezos y aulagas. A falta de otras posibilidades de entretenimiento, esta era una forma agradable de pasar el tiempo y, sobre todo, de estar juntos. De vez en cuando, nos sentábamos sobre alguna piedra y sobre algún tronco caído y alguna vez hasta comíamos un bocadillo que mi mujer nos había preparado. Mi mujer era muy seria, no tenía alegría ni ilusión por casi nada, claro que después de los años que por desgracia nos había tocado vivir, eso era lo mas normal…..normal…..normal….Así es como llamábamos al tiempo anterior a la guerra, cuando habíamos sido novios y nos habíamos casado y cuando nació nuestra hija y yo tenía trabajo y los dos hacíamos planes para el futuro, un futuro que creíamos iba a ser muy distinto a como el que esa maldita guerra nos ha dejado….. Tiempos Normales, así llamábamos a aquellos años que ahora me parecen tan lejanos.

¿Estás contenta, hija?, le pregunté aquel día. Si, papá, me contestó ella. ¿Nos quieres a mamá y a mi?. Si, papá, claro que os quiero. Pero ¿Cuánto?. Mucho, mucho, mucho….como la trucha al trucho.

Los tiempos no mejoraban. No había trabajo y el poco que había no era para aquellos que no habíamos sido adictos al Movimiento como llamaban al golpe que había acabado con la normalidad. Estábamos marcados. Era imposible sacar adelante a una familia. El hambre era una amenaza que nos acechaba día a día. Había que buscar una solución y la solución mas viable parecía ser la emigración, pero mi mujer se negaba a abandonar el país, su casa, sus costumbres, su gente. A mi no me importaba. Al final optamos a que me fuera yo primero. Venezuela parecía ser un buen destino. Decían que allí los españoles estaban bien vistos y que había trabajo para todos. Cuando ya estuviese instalado, con un trabajo fijo y una casa, se vendrían conmigo mi mujer y mi hija, pero eso nunca ocurrió. El tiempo pasa mas rápido de lo que uno quisiera y primero fue buscar trabajo, un trabajo que me permitiera subsistir y enviar dinero a España para mi mujer y mi hija. Después fue encontrar un lugar Adecuado donde vivir, donde la vida de mi hija, por lo menos, fuese como siempre habíamos deseado para ella, en un entorno tranquilo, con un colegio al que acudir y a ser posible cerca del mar….el mar….la mar. No quisiera que mi hija perdiese de vista ese horizonte abierto a la esperanza, al regreso, al futuro.

Entonces ocurrió aquella desgracia. Medio Cádiz saltó por los aires a causa de la terrible explosión del polvorín de la Armada. Mis suegros se quedaron en la calle y mi mujer los llevó con ella y mi hija. Ahora tenía que ocuparse también de ellos y para eso venía muy bien el dinero que yo les mandaba.

Poco a poco las cartas empezaron a llegar cada vez mas espaciadas entre sí. Yo seguía mandando el dinero, mes a mes, pero yo no hablábamos del reencuentro, no hablábamos de una posible fecha en la que ellas pudieran venirse conmigo y un día un amigo me lo dijo. Tu mujer vive con otro hombre. No les va mal. Las cosas en España han mejorado mucho. Al principio no lo quise creer pero fue finalmente mi mujer la que me lo confirmó. Yo seguí mandándole el dinero todos los meses, para mi hija, pero ella dejó de escribirme. Era mi Consuelito la que ahora me contestaba y me contaba como era su vida. La nueva pareja de mi mujer era un buen hombre y quería a mi hija. Parecían felices. Habían encontrado todo aquello que no fueron capaces de encontrar conmigo. Tranquilidad, un cierto bienestar y sobre todo esperanza….esperanza en un futuro en el que yo no tenía sitio.

Yo nunca volví a enamorarme. Mi vida era monótona y sin alicientes, pero nunca pensé en volver a España ¿Para qué?. Aquello que yo quería, lo había perdido definitivamente. Además mi pequeña Consuelo cada vez me resultaba mas extraña. Parecía que la nueva pareja de mi mujer iba ocupando cada vez mas en su corazón, mi puesto. Poco a poco se fue convirtiendo en su padre y yo sabía de ella solamente cosas puntuales, de tarde en tarde.

Un día mi hija me escribió diciéndome que se casaba. ¿Iría yo a la boda?. ¿Yo?, ¿Para qué?. En aquellos años no resultaba fácil irse de viaje a España. Resultaba muy caro, pero sobre todo es que parecía algo imposible, no tan caro como para no poder asumirlo, pero impensable. ¡Ir a España! así, sin mas. No, eso era para otro tipo de gente, no para un trabajador. Y se casó y me mandó una foto y otro día me dijo que estaba en estado y un día nació una niña, mi nieta, y así, año tras año.

Mi mujer se murió y el hombre con el que había compartido su vida durante tantos años, también. Y yo seguía solo, trabajando, recordando aquella España que había dejado pensando volver un día, recordando a mi niña Consuelo que ya no era una niña. Que había tenido una hija que era mi nieta. ¡Mi nieta!. No podía creerlo. Yo era abuelo. Y llegaban noticias de España. El Presidente Eisenhower había visitado al mismísimo Caudillo y toda España había celebrado los 25 Años de Paz y lo que parecía que iba a ser un paréntesis se convirtió en algo definitivo y los periódicos hablaban de que las condiciones económicas del país mejoraban y cada año se celebraban manifestaciones deportivas en las que los trabajadores participaban masivamente en un Estadio de fútbol que habían construido en Madrid y cada año se celebraba una Feria del Campo a la que asistían agricultores y ganaderos de toda España. Aquello ya no tenía vuelta atrás.

¿Habría hecho yo bien marchándome en aquellos tiempos tristes y sin esperanza?. ¿Qué habría sido de mi vida si hubiese aguantado y hubiese esperado como tantos otros a que las cosas se arreglases?. Pero ahora ya era tarde. Sin darme cuenta me había hecho viejo. Ya tenía 65 años. Y entonces escuché la noticia. El gobierno de España pagaba el viaje a España a aquellos hombres que, como yo, se habían venido a otro País en busca de mejores condiciones de vida. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales había abierto el plazo de solicitud de ayudas para que un total de 4.900 emigrantes españoles pudieran viajar a España con el programa de vacaciones de la tercera edad del Instituto de Mayores y Servicios Sociales.
No lo pensé y solicité uno de esos viajes. ¡Y me lo concedieron!.

Llegué a España después de un viaje muy distinto al que había hecho cuando me fui. Viajé en avión. Llegué a Madrid y me pareció que había llegado a otro país, a un país que no conocía, un país moderno que no reconocía. No ya las calles, los edificios, los monumentos, sino las personas, la gente con la que me cruzaba por la calle. En tren me trasladé a Cádiz y mas de lo mismo. Aquella no era la España que yo recordaba. ¡Que torpe había sido!, ¡Si hubiese tenido un poco de paciencia y hubiese esperado! Pero ya era tarde, al menos ya era tarde para mí.

Llegué a Cádiz en tren y la gente parecía feliz, despreocupada. Yo no daba crédito a mis ojos. Me dirigí a las señas que mi nieta me había dado. Era un edificio nuevo en una zona ajardinada. Delante había un parque y allí, en un banco, me senté sin decidirme a llegar a la casa. Me daba miedo. Mi hija yo no era aquella niña, Consuelito, con la que yo me iba al campo. Ahora era una mujer casada a la que yo no conocía. ¡Que me diría!, ¡Como me miraría!. Ella tampoco me recodaría. Yo sería un viejo desconocido para ella. Pensé que había sido un error venir, regresar. Ya era tarde para todo. Las cosas pasan una vez y si salen mal no tienen arreglo. No se puede vivir dos veces, no se pueden enmendar los errores.

A pesar de todo me armé de valor y me dirigí hacia la casa que según las señas que tenía, parecía ser el domicilio de mi hija. El portal estaba abierto así que entré y subí las escaleras. Segundo derecha. Allí era. Llamé al timbre y esperé. Oí unos pasos corriendo en el interior y abrieron la puerta y entonces creí que me iba a morir. ¡No era posible!. El tiempo no había pasado. ¡Allí estaba Consuelo!, ¡Mi consuelito!. Igual que cuando yo me fui. El tiempo no había pasado, pero la ilusión duró un minuto. ^Por el fondo del pasillo apareció una mujer. Esa si era de verdad mi Consuelo. La que me había abierto la puerta era mi nieta. Hola padre, me dijo. ¿Qué le parece su nieta?. ¿Por qué no nos avisó para que fuéramos a buscarle a la estación. Pase, pase, no se quede ahí. Ya le he preparado una habitación y ya sabe que puede quedarse aquí todo el tiempo que quiera.

El marido de mi hija me pareció un buen hombre. Trabajaba en Astilleros pero su gran pasión era el Carnaval. Pertenecía a un coro y todos los años actuaba en el Gran Teatro Falla. Mi hija me contó como habían sido los últimos años de mi mujer. Lo había pasado muy mal cuidando de su pareja que tenía cáncer, pero ella que no tenía nada no duró mucho mas que él. Quedamos en que iríamos al cementerio a llevarles unas flores. Mi hija decía que no me parecía nada al hombre que ella recordaba de su niñez. Yo no le dije que tampoco ella se parecía nada a aquella niña con la que yo me iba de excursión.

Un día le dije a mi hija si me dejaría que fuese de paseo con mi nieta. Me dijo que sí. Nos preparó unos bocadillos y nos despidió desde la puerta de la casa. Nos recomendó que tuviéramos cuidado, que fuéramos a un sitio seguro. Fuimos hasta la estación de los autobuses y subimos a uno que iba a la sierra, al mismo sitio con el que solía ir con mi hija. Después caminamos, recorrimos caminos y sendas. Nos adentramos por la arboleda perdida que yo recordaba de aquellos tiempos y empecé a contarle a mi nieta como se llamaban los árboles que nos íbamos encontrando, que tipos de hojas tenían, cuando cambiaban de color cuando sus ramas se quedaban desnudas. Al cabo de un rato nos sentamos a descansar en un viejo tronco caído y nos comimos los bocadillos que mi hija nos había preparado. Yo me sentía muy feliz. Como si el tiempo no hubiese pasado. Yo no me veía pero me sentía joven. Ya no tenía la sensación de ser un hombre acabado como la que tenía cuando inicié este inesperado viaje a España.

Mi nieta y yo hablábamos y hablábamos sin parar. Ella me contaba cosas de su vida como si hubiese estado esperando con anhelo a poder hacerlo y ahora lo hacía con entusiasmo, atropelladamente. Me sonreía, me decía lo contenta que estaba de que estuviese aquí con ella, que su madre le había hablado mucho de mi, que le había contado los paseos que daba con ella y lo bien que lo pasaban juntos cuando ella era niña. Y entonces yo, no se por qué, sentí el irrefrenable impulso de preguntárselo. ¿Me quieres?, ¿Me quieres mucho? Y ella sonriendo me contestó, si, abuelo, mucho, mucho, como la trucha al trucho.

Luego me contó que su madre se lo había contado, que lo recordaba con mucha ternura y que siempre había pensado que un día volvería y podría pasear de nuevo con él por aquella arboleda perdida, entre los grandes árboles, por los caminos solitarios por los que había paseado con él de niña.

El sol empezaba a caer tras las montañas. El cielo se iba tiñendo de rojo. De vez en cuando se oía el canto de algún pájaro o los ladridos del perro de alguna casa próxima. Nos fuimos acercando a la carretera, al lugar donde paraba el autobús de Los Amarillos en el que deberíamos de volver a Cádiz. Se nos había hecho tarde. Mi hija ya debía de estar preocupada. Pero mi nieta a mi lado, cogida de mi mano, me la apretaba con fuerza y de vez en cuando me miraba y se sonreía.


Por : Jesús Almendros - Puerto de SantaMaría ( Cádiz )

Junio 2010

viernes, 21 de mayo de 2010

120 - Como poner música a una presentación PowerPoint

Bueno despues de un periodo de descanso vuelvo a subir una cosita a este Blog. , se trata de un archivo en el que se explica paso a paso como ponerle música a una presentación en PowewrPoint, cosa que he comprobado demandaban muchas personas que no daban con el "KIT" de la cuestión, así que una vez preparado aquí está para quien quiera utilizarlo.

Si os quereis bajar el archivo pinchad en DOWNLOAD, para las opciones de imprimir en PRINT, y para verlo en pantalla completa en FULLSCREEN.

Espero sea de utilidad para quien esté interesado en el tema.
COMO PONER MÚSICA

Como señalo es fundamental convertir los archivos de música mp3 á wav, por lo tanto hay que hacerse con algún programa que lo haga, cuando se convierten los archivos, normalmente los programas vienen predeterminados con las siguientes caracteristicas, Frecuencia : 44.100 Hz, Bits : 16, Canales : Estereo, lo cual producen unos archivos de alta calidad pero de un gran tamaño, lo que hace casi imposible incrustar en la presentación y su posterior envio por e-mail.
El programa NERO, hace estas conversiones y podemos actuar de la manera siguiente para obtener un archivo wav de reducidas proporciones que nos facilite el incrustarlo y su posterior envio.

Abrimos el programa Nero, vamos a AUDIO, y dentro abrimos Codificar Archivos de audio, se nos ofrece un cuadro de diálogo dónde en primer lugar escogeremos en Añadir el archivo a convertir y en ese mismo cuadro en Configuración cambiaremos la Frecuencia a : 8.000 Hz, los Bits á : 8 , y el Canal á : Mono, a continuación daremos a Aceptar y listo, por último a Continuar, finalizada la operación obtendremos un archivo Wav, de pequeño tamaño que nos permitirá lo que andabamos buscando.

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