jueves, 18 de junio de 2009

96 - Pensamientos y reflexiones mes de Junio

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EL FRANCOTIRADOR.


Quien me conoce sabe que no me gusta transitar linderos. No soy extremista, en ningún sentido. Mi lugar habitual está en el centro.
Desde él, y con la escopeta cargada de Razón disparo a todo lo que se menea si veo que se sale de su sitio, a derecha y a izquierda, al arriba divino y al abajo humano, al frente del futuro y al atrás del pasado.
El filósofo tiene/debe tener “licencia para disparar”, pero sin coto privado, a campo abierto. Dioses y hombres, ideas y actividades, conductas y mentalidades. “A todo lo que se menea inadecuadamente”
Como diría el filósofo: “nada humano me es ajeno”.
Cuando cualquier jerarca, religioso o laico, cree que la peana es su residencia habitual y merecida, allí estoy yo disparando y recordándole que, si está allí, es porque nosotros, los hombres, provisionalmente, le hemos dado la oportunidad de trabajar por nosotros, pero la concesión es temporal y tiene marcada la fecha de caducidad, aunque él se crea propietario.
Los cargos, temporalmente prestados, vienen marcados con la flecha hacia abajo.
Una peana está apoyada en la tierra. Que no se crea su ocupante que habita en las nubes. Que no se le nuble su razón.
Sé que mucha gente cree que no tiene mérito el no compromiso en habitar en un punto cardinal. Yo opino, exactamente, lo contrario. Es más cómodo atrincherarte en una linde y con metralleta fija que sólo dispara a lo que viene de frente.
El filósofo tiene que ser un francotirador, sin residencia fija, siempre nómada. Su lugar es “la tierra de nadie”, el “no man´s land” que decía el filósofo. Siempre dispuesto a recibir bofetadas por la religión, por la ciencia o por las pseudociencias. Por eso tiene que estar, siempre, en guardia y de guardia.
Nunca disparará a quien quiera mirar a los cielos o bajar a los infierno, pero no tolerará que nadie quiera e intente, y menos en exclusiva, divinizar la tierra o satanizarla. Todo es “humano, demasiado humano”, que diría Nietzsche.
Tantos los dioses como los demonios son creaciones humanas.
El filósofo nunca disparará a quien mire más allá de las lindes, pero no tolerará que se rompan las murallas humanas de la realidad en aras de una utopía ilusoria.
Hablo de “intolerancia”, no de “respeto”.
El “respeto” atañe a las personas y éstas, al menos para mí, son sagradas, por lo tanto, respetables.
La “tolerancia”, en cambio, atañe a las ideas, y muchas de ellas son intolerables. Éstas deben ser dianas, presas a derribar.
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Por : Tomás Morales Cañedo ( Filósofo )
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CONTEXTOS O MARCOS DE REFERENCIA


“Estás sacando las cosas de contexto” – solemos oír muchas veces.
Y es que una cosa es el “texto” y otra el “contexto”.
Cuando esta mañana iba, acompañado, por casualidad, por mi vecina, a comprar a Mercadona hemos visto a una persona mayor haciendo sus necesidades menores (“meando”) en un rincón de la calle, contra una pared.
- ¿Será el tío guarro? – ha espetado mi vecina. ¿No podría ir a mear a su casa y no ahí, delante de toda la gente que pasa por la calle?.
Y uno (o sea yo) que sabe lo que es la próstata y la incontinencia urinaria, le ha dicho a su vecina:
-“¿Tú no crees que esa persona mayor tiene un problema con la retención de orina y que si lo está haciendo allí es, no por gusto, sino porque ya no aguantaba más”? ¿ Y que padece una anomalía en la vejiga, seguramente por la edad?.
- ¡Bueno¡, ¿si es así….?.
Ha contextualizado la acción.
El mismo texto (la acción de orinar) situado en otro contexto (anormalidad fisiológica) es visto como algo normal y no como una “guarrería”.
“Un hombre entra en un bar, corriendo, con prisa.
- ¿Qué puedo hacer por Ud? – le pregunta el asustado y expectante camarero tras la barra.
- ¿Podría darme Ud. un vaso de agua, por favor, me urge.
El camarero se agacha, tras la barra, saca una pistola y se la pone al hombre en la sien pegándole un estentóreo grito:
- ¡Fuera¡. ¡Fuera¡. ¡Fuera de aquí¡
El hombre sale y al llegar a la puerta se vuelve, muy amable, y le dice al camarero:
- ¡Gracias¡. ¡Gracias¡. ¡Muchísimas gracias¡.
Y aquí se acaba la historia.
Y ahora estaréis muchos de vosotros interpretando el texto y despotricando contra el ineducado camarero…
Pero ¿por qué….).
(Es que el hombre tenía hipo. Aquí tenéis el contexto. Ahora ya todo encaja).
Texto y contexto forman una unidad indisoluble.
Decir lo mismo, hacer lo mismo, (el mismo texto) en contextos distintos puede ser/suele ser una barbaridad.
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Por : Tomás Morales Cañedo (Filósofo )

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