miércoles, 23 de julio de 2008

041 - El cine y las bellas artes

EL CINE Y LAS BELLAS ARTES

Para los griegos clásicos, las Bellas Artes eran seis: Arquitectura, Escultura, Música, Declamación, Danza y Literatura. En algunas de ellas se incluían otras como Teatro o Poesía, todas asociadas a la Belleza y todas percibidas por los sentidos superiores y mas nobles del Hombre, la vista y el oído, de ahí su denominación de artes mayores.
Nuestra época, aparte de esas, ha incluido otro Arte, también percibido por la vista y el oído, el Cine, conocido popularmente como el séptimo arte, inventado a finales del Siglo XIX en cuyo año 1895, un 28 de Diciembre en el boulevard des Capucins, en París, después de numerosos tanteos, inventos, antecedentes y pasos en falso, tuvo lugar la primera proyección pública del cinematógrafo. Se trataba de un cortísimo film de los Hermanos Lumiere, “El regador regado”.
Naturalmente cada una de las Artes no ocupa un compartimento estanco y existe una evidente interrelación entre todas ellas pero es en el Cine donde todas encuentran lugar:
· Las películas parten de un argumento -de una historia- y son preparadas a partir de un guión (literatura).
· Después, una vez realizadas, lo que se proyecta en la pantalla son auténticos cuadros y esculturas, casi siempre acompañadas de música.
· En muchos casos –recordemos muchas películas de Alfred Hitckock como “Con la muerte en los talones” o “El Manantial” de King Vidor- la arquitectura juega un papel fundamental.
· Y ¿qué decir de la Música y la Danza que ha inspirado tantas y tantas obras cinematográficas?.
Sin embargo no es por copia o imitación de las Bellas Artes por lo que realmente el Cine puede contarse entre ellas. Tampoco por la información sobre los artistas o por la difusión ó la divulgación de sus mas bellas obras. Si el Cine en ciertos casos puede ser considerado un Arte más entre las Artes es porque muchas veces cuando vemos una película, si bien lo hacemos sobre un soporte específicamente cinematográfico como es la filmación de escenas en una tira de celuloide y la proyección sobre una pantalla (o la grabación en un futuro inmediato en vaya Ud. a saber qué sistema), lo que realmente vemos y oímos es Música ó Poesía ó Pintura o Danza….¿o Cine?.
Hay que reconocer, no obstante, que lo que más abunda es lo primero, las historias basadas en la vida de los artistas y en la gestación de sus obras más famosas, es decir, la reproducción de las otras diversas Artes.
Los artistas, desde los mismos comienzos del cine, han servido de fuente de inspiración para que guionistas, productores y directores nos hicieran llegar películas con sus vidas como tema principal de historias no siempre fieles a la realidad.
No hace mucho nos llegó precisamente una película polémica, “Los Fantasmas de Goya”, de Milos Forman sobre una parte de la vida de este pintor, Goya, sobre la que ya anteriormente se habían realizado otras.
Naturalmente es imposible hablar de todas las películas que se han centrado en las biografías de tantos artistas que de una u otra forma han sido llevados a la pantalla, pero sí de unos cuantos como Rembrand, Vermeer, Miguel Angel, Van Gogh, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Picasso, Polock, Bacon, Andy Warhol, Klimt y un largo etc.
Goya, concretamente, ha sido llevado en diversas ocasiones al cine, con mayor ó menor fortuna. En ”La maja desnuda”, película no vista en España, de Henry Koster de 1.959, Tony Franciosa, como Goya, pintaba a Ava Gardner como la maja desnuda en toda su belleza y esplendor.
En “Goya en Burdeos”, de 1999, Carlos Saura nos presentaba a un Goya exiliado y desilusionado, de 82 años de edad, interpretado por Francisco Rabal, que contaba su trayectoria vital y artística a su hija Rosario y en la que Maribel Verdú interpretaba a la Duquesa de Alba y su relación con un Goya joven interpretado por José Coronado.
Otra vez vimos a la Maja Desnuda en “Volaverunt”, de Bigas Luna, también de 1999, en la que Penélope Cruz y Aitana Sanchez-Gijón rivalizaban como las mujeres mas poderosas de la Corte: la reina María Luisa y la duquesa de Alba.
Pero ya muchos años antes, en 1942, Benito Perojo nos había ofrecido “Goyescas”, con Imperio Argentina en un doble papel, el de la aristócrata y el de la tonadillera, película que sirvió para mostrarnos una España de Majas y Toreros, que fue precisamente la España en la que Goya pintó casi todos sus cuadros.
De forma transversal, Goya estaba también presente en “La hora de los valientes”, de 1.998, de Antonio Mercero, donde Gabino Diego daba su vida por salvar el autorretrato de Goya existente en el Museo del Prado en plena guerra Civil Española.
Otra época y otro pintor y escultor que también fueron reflejados en distintas ocasiones en la pantalla fueron Miguel Ángel y el Renacimiento, la Roma de los Papas Guerreros, de Julio II, de Alejandro VI, etc. y de grandes artistas.
“El Tormento y el Éxtasis”, de Carol Reed, del año 1965 fue un gran espectáculo donde Charlton Heston y Rex Harrison ofrecían un recital de interpretación en los dos papeles principales, Miguel Angel y Julio II.
Y frente a la serenidad del Renacimiento, el Barroco, pleno de formas tortuosas y violentos claroscuros, uno de cuyos máximos representantes, el italiano Caravaggio, fue mostrado por Derek Jarman en una película realizada en el año 1.985, pero que por desgracia, como suele ocurrir en todas las películas de este director, se preocupaba mas del aspecto sexual (homosexual) del protagonista que de su capacidad creadora.
Con una puesta en escena demasiado esteticista, como antes había hecho en “Sebastian” y después volvería a hacer en “Eduardo II” (y en general en todas sus películas), aprovechaba la historia para hacer un manifiesto gay, causa que defendió toda su vida y por la que se enfrentó a la sociedad sin miedo ni pudor, siendo uno de los primeros en hacerlo.
Jarman murió en 1994 a causa del sida, enfermedad que había contraído en 1.986.
Una de las primeras películas en las que veíamos a un pintor desarrollar su trabajo en la pantalla, fue la francesa “La kermesse heroica”, de Jacques Feyder, del año 1935, una joya del cine clásico ambientada en Flandes en 1716 durante la ocupación española.
Charles Laughton también hizo una verdadera creación de Rembrandt en la película inglesa del mismo título de Alexander Korda del año 1936.
Otra película, esta mucho mas moderna, “La joven de la perla”, del año 2003, se fija también en esta escuela, en esta ocasión en la vida y obra de Vermeer, dirigida por Peter Weber y que tiene como protagonistas a Colin Firth en el papel del pintor y a una casi desconocida Scarlett Johansson en el papel de la modelo del cuadro “La joven de la perla”.
Una de las escuelas en las que mas ha incidido el cine, por la azarosa vida de sus representantes, por el romanticismo que impregna sus vidas, es el “impresionismo” con pintores como Van Gogh, Gauguin, Toulouse-Lautrec, etc. cuyas vidas han servido de tema para muchas películas.
En la memoria de todos están películas como “El Loco del pelo rojo” en la que bajo la dirección de Vicente Minnelli, en 1956, Kirk Douglas y Anthony Quinn, nos ofrecían unos magníficos retratos de Van Gogh y de Gauguin respectivamente.
Otra película famosa que se ocupaba de esta época fue “Moulin Rouge” dirigida por John Huston en 1952 y en la que José Ferrer hacía una verdadera creación de Henri de Toulouse–Lautrec (y que no tenía nada que ver con la desafortunada “Moulin Rouge” que recientemente nos ofreció Baz Luhrmann con Nicole Kidman como protagonista).
Otra época recreada por el cine es la de comienzos del siglo XX, tras la segunda guerra mundial, fijándose en pintores como Picasso, Modigliani, Rivera, Stein, Cocteau, etc.
Precisamente en el año 2004 se estrenó una película sobre Modigliani, dirigida por Mick Davis y con Andy García en el papel del pintor, en la que se contaba la rivalidad del artista con Pablo Picasso.
Naturalmente son muchas mas las películas que se ocupan de Pablo Picasso, una de las personalidades mas sobresalientes del siglo XX. No demasiado afortunada fue “Sobrevivir a Picasso” de James Ivory con Anthony Hopkins en el papel protagonista.
El estilo acaramelado y suave del director de películas como “Una habitación con vistas” o “Maurice”, no cuadraba demasiado con la forma de expresión fuerte y contundente de Picasso.
Pero tampoco los pintores contemporáneos se han escapado a la fascinación que el cine ha sentido por ellos. Artistas como Pollock, Francis Bacon, Carrington, Dali, Andy Warhol, Klimt ó Frida Kahlo, fueron también llevados a la pantalla en diversas ocasiones.
“Frida”, de Julie Taymor, pelicula americana del 2002, nos acercaba a esta controvertida artista interpretada en la película por Salma Hayek acompañada de Alfred Molina como su esposo, Diego Rivera, Antonio Banderas como Siqueiros, Geoffrey Rush como Leon Trotsky con quien Frida tuvo una relación sentimental, y Edward Norton como Nelson Rockeffeller, el multimillonario norteamericano.
Una interesante película sobre Pollock fué la realizada por Ed Harris en el año 2000, “Pollock, la vida de un creador”, en la que el mismo Ed Harris interpretaba al pintor y por la que fue nominado al oscar al mejor actor.
Francis Bacon fue retratado por John Maybury en 1998 y el pintor fue interpretado por Derek Jacobi al que todos recordamos por su interpretación del protagonista de “Yo, Claudio”, la magnífica serie de la T.V. británica.
Más interesante es la aproximación que en 1956 hizo el francés Henri-Georges Cluzot al malagueño universal, ofreciéndonos en pantalla la génesis de varios cuadros del artista en su film “El misterio Picasso”.
Y no podemos olvidarnos del acercamiento, realmente curioso, que el genial Orson Welles hizo al arte de nuestro tiempo, al arte de los impresionistas y post-impresionistas y a pintores como el propio Picasso, marcados por el comercio y por la especulación económica.
Fue en 1973 cuando Orson Welles dirigió el pseudo documetal “Fraude” con Elmyr d´Ory, el famoso falsificador y Oja Kodar, la mujer del propio director, en la que pone en entredicho la validez de los criterios de valoración del arte moderno manipulado por las galerías, los marchantes y los críticos de moda.
El pintor español Antonio López fue tomado en 1992 como tema para una película por el magnífico director Victor Erice y como ocurriera con “El misterio Picasso”, también aquí el director trata de aproximarnos, no a la vida del pintor sino a la creación de su obra “El sol del membrillo”, a la que asistimos como espectadores privilegiados.
Sería interminable la lista de películas que tratan de pintores, de artistas, de sus vidas ó de sus obras, pero creo que las anteriormente citadas pueden servir de ejemplo.
Sin embargo, como decía al principio, hay otro tipo de películas en las que no se trata de informar ó relatar las vidas de los artistas o diversos aspectos de sus obras, es decir, de reflejar en la pantalla la belleza creada por otras Artes sino que la propia película es Arte en el sentido clásico.
Las películas de Jean Cocteau, por ejemplo, son pura poesía. Recordemos algunas de sus obras como “La sangre del poeta”, “La Bella y la Bestia” ó “El Águila de dos cabezas”. Lo mismo podríamos decir de películas de Luis Buñuel como “Un perro andaluz” o “La edad de oro”.
Otras como el género musical americano nos han ofrecido verdadera música y danza en películas en las que los bailes y las canciones no eran mas que disculpas, pretestos, ya que la verdadera música y el verdadero baile surgían de la “puesta en escena”, del ritmo y el “tempo” impuestos por directores como Stanley Donen o Vincente Minnelli que aunque hubiesen suprimido de sus películas todos los números musicales no hubieran evitado que su películas continuasen siendo eminentemente musicales.
Hay ocasiones en las que un artista tiene la posibilidad de presentarnos una obra original en pantalla como ocurrió con Salvador Dalí en una escena de “Recuerda” de Hitchcock. Allí nos enseñaba una muestra de su talento lo mismo que lo podía hacer en un lienzo ó en cualquier otro soporte. ¡Y qué decir del “Expresionismo Alemán”!.
Esta escuela cinematográfica adoptó los planteamientos estéticos del movimiento artístico –principalmente pictórico y arquitectónico- surgido como contraposición al Impresionismo dominante en la época, dando prioridad a los sentimientos y a la emoción frente a la razón y la lógica. Dos grupos, “Die Brücke” y “El jinete azul”, con figuras como Kandiski, Klee o Marc, fueron los encargados de desarrollar el movimiento que fue asumido por el Cine con la aportación por parte de Max Reinhardt de una iluminación de fuertes contrastes, próxima al “fauvismo” curiosamente en blanco y negro y la creación de películas como “El gabinete del Dr. Caligari” (1919), de Robert Wiene, “El Golem” (1920), de Paul Wegener, “Nosferatu” (1922), de Murnau, “Bajo la máscara del Placer” (1923), de George Wilhelm Pabst o “Metrópolis” (1926), de Fritz Lang.
Fue en los años 20, 30 y 40 del pasado siglo cuando verdaderamente se creó el lenguaje cinematográfico, un lenguaje que al principio costó que los espectadores comprendieran pero que poco a poco fue consiguiendo el milagro de que contemplaran sin sorprenderse, pasar de un plano general, un paisaje, a un primer plano donde el rostro de un actor ó una actriz ocupaba la totalidad de la pantalla.
El autor de estos hallazgos fué David Wark Griffith, considerado el padre del montaje, inventor del “Primer Plano”, de las escenas filmadas con la cámara en movimiento o del “Flashback”.
Que unos pies subiendo una escalera, unas manos llevando un vaso de leche ó el abrirse lentamente una puerta, tuvieran un significado, fue también fruto de la sensibilidad de aquellos pioneros del incipiente Arte cuyo lenguaje ellos establecieron, como si de una nueva gramática se tratase.
Hombres como Griffith, Chaplin, Murnau, Dreyer, Von Stenberg o Stroheim, lo consiguieron y lo hicieron gracias a ese lenguaje en el que el montaje adquirió una importancia capital que llegó a conseguir que directores (autores), como Welles, Ford, Einsestein, Hitchcock, Mizogouchi, Buñuel, Renoir ó Fellini, consiguieran realizar obras maravillosas e inolvidables.
Gran parte de lo que acabamos de decir se debe a la importantísima aportación hecha al cine por la cinematografía rusa que utilizó el montaje cinematográfico como recurso narrativo, suponiendo que los espectadores, al ver dos imágenes seguidas, dos planos, establecerían una asociación entre ambos como realmente ocurrió.
Dziga Vertov consiguió resultados espectaculares y Kulechov estableció que la suma de imágenes producía significados distintos a los de las propias imágenes consideradas por separado. Toda esta teoría fue materializada por S.M. Einsestein en “El acorazado Potenkin” (1925) con imágenes –como la escalera de Odesa- que se han convertido en verdaderos iconos de la mentalidad colectiva en la Sociedad de los siglos XX y XXI.
Pero quizás lo que más caracterice al Cine, lo que le convierte en un verdadero Arte al margen de sus similitudes con otras Artes, es el haber conseguido gracias a una pléyade de extraordinarios directores a lo largo de su aún corta existencia, crear historias que nos emocionan y nos conmueven, como lo pueden hacer la Literatura o el Teatro, la Poesía o la Música, la Escultura o la Danza, con unas características estéticas plenas de belleza y una puesta en escena que hace que cientos de espectadores, juntos, envueltos en la oscuridad de una sala, reaccionen al unísono de forma similar ante lo que ven en la pantalla, riéndose, llorando o estremeciéndose –emocionándose en suma- todos a la vez.
Ya no se trata de que en una película se observen rasgos propios de cualquier Arte, sino que los que lo han hecho, guionistas, productores o el Director o todos juntos ayudados por un sinfín de técnicos y actores, eso es crear un Universo propio con sus propias reglas, con sus leyes que pueden o no coincidir con las del mundo real. Esa capacidad de crear mundos, de crear, simplemente, les asemeja a semidioses, mejor dicho, a artistas porque en el fondo la grandeza del Arte es precisamente esa; crear mundos que nos hacen ser mejores, impregnarnos de sensaciones, emociones y sentimientos que nos transportan y nos ayudan a vivir.
Lo mismo que en siglos pasados artistas como Murillo, ofrecían querubines desprovistos de cuerpo y con alas o Vírgenes asentando sus pies en una media luna y para ningún cristiano de aquellos tiempos resultaba extraño, así estos artistas y otros muchos repartidos por el mundo entero fueron capaces de conseguir que la gente admitiese cosas totalmente inverosímiles dentro de los cánones del mundo real, pero perfectamente creíbles en universos por ellos creados donde lo único imprescindible era la coherencia y el respeto a las normas de ese mundo y eso es lo que ocurre también en el Cine.
Hay planteamientos, soluciones, propuestas que vistas desde las coordenadas del mundo real, no tienen sentido, no se sostienen, pero en cuanto las encuadramos en el mundo creado por su autor, vemos que son totalmente válidos, lógicos, creíbles y coherentes y eso es válido tanto para el Cine como para cualquiera de las Bellas Artes.
Lamentablemente, lo mismo que ocurrió con la Pintura o la Escultura, cuyas obras mas emblemáticas fueron encerradas en Museos, está a punto de ocurrir con el Cine. La existencia de Salas cinematográficas tiene los días contados. Las películas serán ofrecidas “a la carta” por los productores en nuestras propias casas donde las podremos ver –no en un televisor- sino en una pantalla que tendrá multitud de aplicaciones. Continuará, seguramente, habiendo salas que a manera de museos permitan a los verdaderos amantes del Cine reunirse como los antiguos cristianos en las catacumbas para ver alguna joya de la época dorada de este Arte, películas en B. y N. o películas de la época muda.
Se habrá entonces cubierto un ciclo completo y el cine que empezó a ser visto como espectáculo de feria, en barracas, volverá a ser visto en lugares preparados al efecto, como curiosidad, como rareza. Serán en realidad verdaderos museos que guardarán el Arte Cinematográfico para ser contemplado como algo extraño, alejado de la vida cotidiana, de su “habitat” natural. Pero así son las cosas y por mucho que nos duela la historia avanza paso a paso como una gigantesca hola que arrasa cuanto encuentra a su paso.
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Por : Jesús Almendros - Puerto de Santa María ( Cádiz )

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