sábado, 19 de diciembre de 2009

117 - La caja de zapatos


La niña había nacido tan pequeñita que no le venía bien la ropita que para ella había preparado su mama. Tampoco la podían poner en la cuna, era un espacio muy grande para ella, se moriría de frío; la solución no pasaba por cubrirla en la cuna con más ropa,
Su cuerpecito no resistiría tanto peso; dormir en la cama con su mama era demasiado arriesgado, podía asfixiarla; su cabecita que era pequeña en comparación con la de un bebe normal, parecía anormalmente grande en relación con su cuerpo extremadamente delgado, sus orejitas eran transparentes y parecían estar dibujadas; había nacido antes de los siete meses y sólo pesaba ochocientos gramos.
No parece nada extraordinario, teniendo en cuenta la cantidad de niños que nacen prematuros y salen adelante; pero si nos trasladamos al Marruecos de 1948, el hecho adquiere su importancia
Ella decidió presentarse en este mundo cuando nadie la esperaba y en medio de una mudanza. (Un casero desconsiderado les obligó a desalojar la vivienda que ocupaban sus papas, abuela, y dos tíos; en veinticuatro horas tuvieron que mudarse a otra; claro que no existía el problema de hoy con respecto a la vivienda)
El 10 de Junio de 1948, dos meses y medio antes de lo esperado nació esta niñita en el barrio de Xueca, en plena morería de la preciosa ciudad de Tetuán, asistida por una comadrona la cual sentenció: - “esto” será mejor que lo metas en una caja de zapatos y lo entierres, porque a mañana no llega- no sin antes echarle las aguas in extremis y ponerle el nombre de Mª Carmen.
Curiosamente y contra todo pronóstico la caja de zapatos sirvió, pero no de mortaja. sino de cuna. En cuestión de horas tenían que desalojar la casa, todos tenían que participar en la mudanza y acomodo en la nueva vivienda. A la abuela -mujer sabia donde las hubo- se le ocurrió forrar una caja de zapatos con algodones y finas telas, e improvisó una cuna, depositando en aquel reducido espacio al no menos reducido bebé; agujereó la tapa de cartón para que pudiera respirar (ella lo había visto hacer con los pollitos en su pueblo) y estuvo custodiando todo el día la preciada caja y su contenido; allá donde ella iba llevaba la caja debajo del brazo. La mama recién parida y el papa que ya estaba enfermo de tuberculosis consecuencias de la guerra civil, no pudieron ayudar en el traslado de los enseres a la nueva casa, a si es que los tíos y la abuela se encargaron de tales menesteres; la abuela lo dirigía todo con su cajita debajo del brazo.
Lo primero que hicieron al llegar a la nueva casa, fue encender un “anafe” (hornillo de carbón) y calentar unos ladrillos que pondrían alrededor de la caja para mantener el calor en aquel cuerpecito; se turnaban todos, día y noche, cuando los ladrillos se enfriaban los cambiaban por otros caliente,
( A pesar de que era el mes de Junio) Como no tenía fuerza para mamar y no había biberón del tamaño de su boca; su mama se sacaba la leche del pecho con un sacador y se la daba con un cuenta gotas; gota a gota, durante día y noche.
La constancia y fuerza de voluntad que tuvo su familia para sacarla adelante fue la piedra angular en la vida de Mª Carmen. A estas alturas, sospecho, que se habrán dado cuenta de que la protagonista de la historia es la misma que escribe estas letras; gracias al desvelo de toda mi familia, no sólo sobreviví, fui una niña muy feliz, aunque siempre eche en falta a mi padre, que murió cuando yo tenía pocos meses, a la edad de 27 años. Multipliqué con creces aquellos ochocientos gramos; y no lo digo sólo por el peso actual que es más que evidente. He tenido cinco hijos y ellos me han dada siete nietos (para Enero el octavo ); Pero lo que considero mas importante de todo, es haber tenido la oportunidad de crear una gran familia para que sean el vehículo de transmisión de todo lo que mi familia me dio y me enseñó, y sepan ser agradecidos con cualquier cosa que reciban, pero sobre todo, para que no se rindan y luchen ante cualquier pronóstico desfavorable y valoren todas las cosas que nos ofrece la vida por muy humildes que sean; aunque se trate de una simple caja de zapatos.
A mi familia , sin la cual yo no estaría escribiendo estas letras.

Por : Mª Carmen Tomillo Cánovas

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