Ganador del "V Concurso de relatos Francisco María Arroyo Benitez" , del departamento de Educación permanente de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.Es agradable sentir el calor del Sol en el rostro. Se está bien aquí, sentado en esta butaca en este parque tan hermoso. Escuchar el canto de los pájaros y esa música tan bonita que nos ponen. Les he preguntado de quien es y me han dicho que de Mozart. La verdad es que todo el mundo es muy amable. Me han dicho que tenemos que esforzarnos por recordar todas las cosas que hacemos, las cosas que nos suceden, las personas que vemos, lo que nos dicen, lo que comemos, lo que vemos, o sea, todo. Nos han dicho que una forma de recordar mejor es escribir. No se. Yo prefiero pensar en ello. Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Que tontería!. Yo no tengo ningún nieto, pero es lo mismo. Yo le he seguido la corriente. Es agradable hablar con alguien joven. Aquí lo que mas hay, son viejos. Los viejos no me gustan, me entristecen.
Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Qué tontería!, Yo no tengo nietos, pero no importa. Me gusta hablar con los jóvenes. Mucho mas que con los viejos. Ha pedido permiso para acompañarme toda la tarde. Estuvimos merendando en la cafetería y después, en el salón, nos sentamos a ver una película que ponían en la tele. Yo no la había visto y me gustó mucho. Creo que se titulaba “Con la muerte en los talones”. Era muy interesante. La cara del protagonista me resultaba familiar, pero no le conocía.
Hoy ha llovido. Me he pasado el día en el salón, como los demás, delante de la tele. Algunos prefieren recortar papeles o copias en un cuaderno unas frases que les ponen los cuidadores, pero yo prefiero ver alguna película. Hoy nos han puesto una muy bonita, “Con la muerte en los talones”, de intriga, muy emocionante. El actor principal me resultaba familiar. Creo que le he visto en alguna otra película.
Cuando llueve no salimos. Nos pasamos el día en el salón. Algunos juegan a las cartas o al dominó, pero yo prefiero ver la tele. Despues cenamos y nos vamos a la cama temprano.
Ha venido a verme un muchacho muy joven. ¡Qué gracia!. Me ha dicho que era mi nieto. Yo no he querido llevarle la contraria. ¡Qué mas da!. Me gustaría tener algún nieto pero no he tenido esa suerte.
Me ha llamado el Director y me ha dicho que mi familia vendría a buscarme para pasar el día con ellos. La verdad es que no tengo ni idea de a quien se habrá querido referir. Yo no tengo familia. Son cosas que se inventan para hacernos mas llevadera nuestra estancia aquí. Yo aquí no me encuentro a disgusto. No es que sea divertido precisamente, pero es tranquilo.
Estaba paseando por el jardín cuando ha venido un cuidador a llamarme. Por lo visto ya había llegado mi familia. ¡No tengo pensado llevarles la contraria!. ¿Qué ha llegado mi familia?. ¡Pues vamos a verlos!. Un matrimonio de mediana edad me esperaba en el despacho del Director. Eran agradables, incluso cariñosos. Me saludaron muy efusivamente, como si me conocieran de toda la vida. Me fui con ellos en un coche precioso. La señora me cogía por el brazo y me lo apretaba con afecto mientras me sonreía.
Me llevaron a un piso muy bonito y me presentaron a otras personas. Todos actuaban como si me conociera. Había un muchacho muy joven, casi un niño, muy agradable, con una sonrisa preciosa. Los jóvenes me gustan mucho mas que los viejos. Los viejos me ponen triste. Me dijeron que aquel muchacho era mi nieto. ¡Qué tontería! Yo no tenía nietos, pero era igual, no pensaba llevarles la contraria. Tengo que reconocer que pasamos un día muy agradable. Comimos todos juntos. La comida era estupenda. Después de comer nos sentamos todos en el salón. El muchacho joven, mi nieto ¡Je, Je, Je!, se sentó en un rincón frente a mi y empezó a contarme sus planes. Por lo visto tenía una medio novia. Me dijo que estaba estudiando pero que lo que a él verdaderamente le gustaba era pintar, pero con su padre no podía hablar de ese tema. Al parecer su padre se había empeñado en que el muchacho estudiase Leyes y fuera abogado como él. Pasamos un rato muy agradable. Él me comentaba lo difícil que era acertar a la hora de elegir profesión, que los trabajos estaban muy mal, que los títulos universitarios ya no eran garantía de nada, que cualquier “listillo” sin preparación alguna, podía conseguir una situación mejor que la mayoría de los universitarios, sobre todo si tenía pocos escrúpulos y en su escala de valores ocupaban los primeros lugares el bienestar económico y la aceptación social. Sabía lo que decía, aquel muchacho. Me gustaba, incluso no me hubiese importado que fuese de verdad mi nieto.
Al atardecer volvieron a llevarme al Centro. Fue un día distinto. Lo pasé bien y aquella gente me había tratado con mucho respeto y, diría yo, hasta con cariño. Si el muchacho era mi nieto y ellos eran sus padres, se supone que eran mis hijos. Él o ella, no se.
Todavía pasé un buen rato en el salón del Centro antes de irme a la cama. No cené nada, no tenía apetito. Había comido muy bien en aquella casa. Ahora lo único que me apetecía era un vaso de leche caliente.
Es agradable sentir el calor del sol en el rostro. Sentado en una butaca en el jardín del Centro se está muy a gusto oyendo los pájaros y una música deliciosa que, a través de altavoces estratégicamente situados llega todos los rincones del jardín. De Mozart me han dicho que es.
Ha venido a verme ese muchacho que dice ser mi nieto. Me gusta. Ha venido con una chica muy guapa y muy joven. Su novia, me ha dicho. Venían cargados de bultos. Yo no sabía que era lo que traían allí hasta que empezaron a montar todo aquello: Un caballete, un lienzo, una caja de pinturas…..El muchacho pensaba hacerme un retrato. Me sentaron en un lugar convenientemente iluminado donde la luz no era demasiado fuerte, pero la sombra no oscurecía mis facciones. La chica se sentó junto a mi y el muchacho empezó a pintar. Mis compañeros pasaban cerca de nosotros y miraban con disimulo. La chica me dijo que él era muy bueno pintando, pero que el padre no quería que siguiera por ese camino. A ella no le importaba que se dedicase a la pintura. Él parecía feliz y eso era lo mas importante. La chica, por lo visto, vivía con su madre, separada. El padre se había ido a vivir con su antigua secretaria, bastante mas joven que él y las había dejado a ellas, solas. La madre trabajaba y aunque el sueldo no era muy grande, juntándolo a la pensión que el padre les pasaba, les daba a las dos para vivir con un cierto desahogo.
La tarde se pasó volando. Los jóvenes prometieron volver otro día para continuar el retrato, entretanto, en casa, él iría completando partes en las que no era imprescindible mi presencia. Por la noche, en el salón, todos me preguntaba por aquella pareja joven que había pasado la tarde conmigo. Es mi nieto, les dije. Mi nieto y su novia. Creo que aquel día fui la envidia de todos.
Por las mañanas me encanta sentarme en una butaca en el jardín y sentir en el rostro el calor del sol mientras escucho a los pájaros y la música que se escucha, suave por todas partes. Es de Mozart, me dijeron. A veces leo. También me gusta pasear y sobre todo ir al cine o, bueno, ver una película en la televisión o en el DVD. Hoy he visto una que me ha gustado mucho. Yo no la había visto. Creo que se titulaba “Con la muerte en los talones”. Era muy interesante. La cara del protagonista me resultaba familiar pero no le conocía.
Hoy ha venido a verme un muchacho muy joven, casi un niño. Me ha dicho que es mi nieto. ¡Que tontería!. Yo no tengo ningún nieto, pero es lo mismo. Yo le he seguido la corriente. Es agradable hablar con alguien joven. Aquí lo que mas hay son viejos. Los viejos no me gustan, me entristecen. Ha venido con una chica muy guapa, mas joven todavía que él y me dijo que era su novia. Traían trastos de pintura, un caballete, un lienzo, una caja de pinturas. Me dijeron que me sentase en el jardín que me querían hacer un retrato. La verdad es que en el lienzo ya había medio pintado un hombre que se parecía bastante a mi. Bueno, en algo hay que pasar el tiempo y estar con gente joven es agradable, así que si quieren hacerme un retrato, que me lo hagan.
Hemos pasado la tarde juntos hablando de mil cosas diferentes. Por lo visto lo que a él le gusta es pintar, pero sus padres prefieren que estudie derecho y ejerza la abogacía como su padre. ¡Como son los padres! Dicen querer lo mejor para sus hijos y en realidad lo que les obligan a hacer es aquello que ellos prefieren, no lo que quieren los hijos con lo cual, la mayoría de los hijos se ven obligados a trabajar toda su vida en algo que no les gusta y por tanto a no disfrutar de su trabajo. Yo le he dicho que se niegue a seguir los consejos de su padre, que si lo que a él le gusta es la pintura, que pinte. La chica me ha dado la razón. Ella también prefiere verle feliz pintando y no aburrido y con la cara larga estudiando algo que no le gusta.
Hoy han venido a verme un hombre y una mujer muy símpáticos. Son una pareja de mediana edad. Han estado conmigo un buen rato. El hombre es abogado. Según me dijo, las cosas les habían ido bastante bien. Tenían una situación desahogada, no tenían deudas, su hijo era un buen muchacho que estudiaba y tenía novia. No les había dado nunca un disgusto. Según me dijo, su única pena era no haber conseguido hacer aquello que mas le gustaba en el mundo: cantar y tocar la guitarra. Por lo visto en su juventud había hecho sus pinitos como cantautor, pero su padre no le había dejado seguir aquella vocación y le había obligado a estudiar leyes, ha hacerse abogado, a elegir un tipo de vida muy distinto al que él hubiera deseado. Y el caso es que al decir esto me miraba a mí como con un cierto resquemor, como si yo hubiera tenido algo que ver con aquello. Después me sonrió y me dijo: No importa, papá. Yo se que lo hiciste pensando que eso era lo mejor para mi. Y después de todo, en cierta forma, tenías razón. No me puedo quejar de cómo me han ido las cosas. ¡Qué manía tenía aquella gente!. Uno nieto, otro hijo. No se quien faltaría por aparecer. No creo que se presente nadie diciendo que es mi mujer.
¡Qué agradable es sentarse en el jardín y sentir el calor del sol en el rostro!. Me encanta estar así, quieto, sentado en mi butaca oyendo cantar a los pájaros y esa música suave, deliciosa, que se extiende por todo el jardín. Me han dicho que es de Mozart.
Autor : Jesús Almendros - Puerto de Santa María ( Cádiz )